RECONCILIACIÓN
Desaire del alma, aliento
de este crudo infierno
en que yo tropiezo
por decenas cada vez
que te presiento y que
no consiento tu altivez.
Muere la calma y con
ella muere mi gobierno.
Quiero siempre para
nos el llameante invierno
en que sobre, dios
mediante, verbo y altivez,
cobijando versos de
silencio en lucidez
bajo el manto
caballero de este abrazo tierno.
Cedamos al olvido
entendidos y omisiones,
y condenemos bajo
llave a estos cajones
rebosantes de perversos
giros y motivos.
Y vivamos solamente
por las fechas venideras,
caminando por la
senda de un desierto sin fronteras,
haciendo de las
noches cada una cien festivos
como cien serán los
días de las nuestras primaveras.
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