¡A
LA MONTAÑA!
Repoblamos
la montaña
con
las cruces de inocentes,
devorando
las entrañas
de
una tierra acostumbrada
a
ser lecho de valientes,
de
una tierra levantada
por
las gotas de su frente
y
que ha sido conquistada
por
las manos indolentes
que
la sienten tan extraña.
¡A la montaña!
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