PERRO CALLEJERO
Escarbé
esta madriguera en los volcanes de neón
con
el odio por frontera y por cielo este rencor.
Alimento
mi interior de caníbales deseos,
de
los cuerpos sin amor devorados por recelos
de
cobrarse algo mejor que los restos de este infierno.
Me
sumerjo en la basura de la gente que me amó,
reciclando
la amargura en envases de dolor.
Me
enfurece confiar en futuros diferentes
y dejarla
descansar a esta rabia en su presente.
Este
fuego de mis venas no lo pueden sofocar
la
paciencia o las promesas de los jueces en su altar.
Mi
justicia escribe en rojo, soy su dueño y su sirviente,
doy
mis ojos por sus ojos con la culpa entre los dientes.
Acólito
de la impureza, devoto del error,
dejo
rastros en las grietas y las cierro por honor.
No
me avengo a las condenas de perenne soledad,
en
mi celda no hay más fieras que mi propia libertad.
No
me siento justiciero ni verdugo de lo infame,
solo
un perro callejero codicioso de culpables
que
no tiene más casero que el aroma de la sangre.
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