como a fichas de un tablero,
si la suerte fuera el lema
de este mundo torticero,
si a la fortuna le cediera
cada paso en su trayecto
y si el pan se repartiera
como el agua cae del cielo,
y si el hombre concediera
las bondades a los vientos…
Cuán mejor sería el orbe
y cuán mejor el desconcierto
si el capricho decidiera
quien es amo y quien su perro
y al otro día volviera
lo contrario a ser lo cierto.
Cuán mejor, compañero,
nos iría al mundo entero.
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