MI PEQUEÑO TESTAMENTO
Lo que tenga en este
mundo
en el día en que yo
muera
se lo dejo a quien lo
quiera:
este cuerpo moribundo,
mi compendio de
rarezas,
y el derecho a la
tristeza
que robé de un
vagabundo.
Lo que tenga en otro
mundo
si la vida persevera
más allá de su
frontera,
se lo dejo al oriundo
que enarbole la
bandera
de mis versos y
quimeras,
al converso más
rotundo
de este lecho de
escombreras,
al quijote de lo
absurdo,
a mi alma más gemela.
Y al dejar el otro
mundo
vuelva en brazos de
Minerva
a esta roca marinera,
a este lado
nauseabundo
de la muerte que me
espera.
A llorarte compañera,
a llorar en tu
sepulcro
a rozarte entre
tinieblas,
a escuchar tu voz
serena,
sin poder seguir tu
rumbo.
Tú te fuiste,
compañera,
a ese cielo de lo
excelso
donde no llegan
veredas
desde el alma que despliego,
desde el pecho que
envenena
con olvidos el
infierno.
Tú te fuiste,
compañera,
y contigo mis
excesos,
y con ellos mi
cautela,
y con ella mi alma
entera
servidora de tus
huesos.
Así firma el
testamento
este bardo en su
condena,
así queda el
juramento
y no merece más
lamento
que un silencio en
verso y pena.
Tú te fuiste,
compañera,
y contigo fue mi
aliento,
y con él este lamento
que es lamento de
silencio
bendecido en verso y
pena.
Hermosos versos
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