LA MUERTE DE CYRANO
Expirado ya mi tiempo,
con la hora ya
marcada
al final de este mi
verso,
al morir de mis
palabras.
Nada soy más cuerpo
yerto
que al soñar nunca
callaba
y tan solo en el
ensueño
recordaba que aún
amaba.
Fui del alma
navegante
en un rumbo de
silencio
que me adorna
lacerante
y protege mis
adentros.
Fui del mundo este
semblante
de intachable
caballero
que luchó contra
gigantes
sin temblar su firme
acero,
que batió su pecho
andante
sin coraza contra
aquellos
los que osaran con
mirarte
sin postrarte sus
respetos,
los que osaran con
hablarte
de fortunas por un
beso,
los que osaran con
rozarte
con sus garras de tormento.
Nada soy más cuerpo
yerto,
un esbozo del pasado
que agoniza entre los
velos
de lo eterno y lo
mundano.
Nada soy más cuerpo
yerto
en la cuna del regazo
ignorante del secreto
que, enterrado con
mis labios,
yo lo quiero y lo
prefiero.
Que no quiero ser
burlado
y llevarme de este
suelo
el honor hecho
pedazos.
Nada soy de mi
figura,
soy la sombra
vacilante
que el pincel ya no
dibuja,
soy la rima disonante
que no inspira ya la
pluma.
Nada soy más cuerpo
errante
en los brazos de una
duda,
callar y amar cobarde
o quebrar a la locura
de morir y no
llevarme
el secreto hasta la
tumba
de que siempre quise
amarte.
Y ante el dios del
otro mundo
podré al fin hablar
sincero,
podré al fin hablar
desnudo
de razones y de
miedos,
a voz en grito y en
susurro
que te amó este
caballero,
y por siempre se
contuvo.
Que te amó este
caballero
y que fuiste amor
primero
y que fue tan solo
tuyo
y por siempre se
contuvo
por no ser amante
bello
de escuchar de labio
tuyo
Un desprecio a su “te
quiero”.
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