EL NIÑO DEL RINCÓN
Nacer y no querer
ni siquiera haber nacido,
crecer y no querer
recordar lo que no he sido.
Denegada la inconsciencia
de burlar a los peligros,
de saltarme lo prohibido
apelando a la inocencia.
Recostado en la prisión
de llorar solo por dentro,
de reír solo por gesto
sin un trazo de emoción.
Olvidado de un futuro
que promete un cielo eterno,
pero niega lo sincero
del presente claroscuro.
Nacido y sin querer
ser un firme convencido
de lo triste que es saber
que es mejor no haber nacido.
Madurado en la miseria
que jamás reconocí,
fue el orgullo mi botín
y mi sello la indolencia.
Refugiado en ese llanto
que no quiere ser viajero,
inundando los adentros
distraídos con mi canto.
Nacer y no querer
ni siquiera haber nacido,
y morir por no querer
recordar que no he vivido.
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